ATLETICO NACIONAL 1 MILLONARIOS 2 SUPERLIGA AGIULA 2018 PARTIDO DE VUELTA
Roberto Ovelar sus primeras cartas en Millonarios. Necesitó tocar el balón dos veces para salir en hombros del Atanasio Girardot. Dos remates, dos golazos. Dos joyas. Con su par de intervenciones le dio a Millos la victoria sobre Nacional en la Superliga, un 1-2 de lucha y de honor, y remontando en Medellín: todos los ingredientes para ser el supercampeón.
Le dicen búfalo, y en realidad Ovelar es un peso pesado del ataque de Millonarios. Pero es un bisonte capaz de girar, de moverse con facilidad, de intimidar y aprovechar. Acaba de llegar a Millos y ya festeja una corona, y allá, en Medellín, con estadio rival lleno. De esas noches soñadas.
Nacional comenzó con tanto ímpetu que no demoró en arrinconar a su rival, en llevarlo hasta las cuerdas, a un ritmo asfixiante, el que le gusta, el que lo identifica y el que está puliendo en esta nueva era. Pero no tuvo constancia. A los 20 minutos encontró el primer gol y pudo seguir de largo, no lo hizo, y lo pagó caro. El gol llegó cuando se juntaron tres de sus cracs: Dayro Moreno arrastró su marca, tocó para Vladimir Hernández, que ya estaba libre, y que con gran acierto vio que Rentería llegaba como una locomotora. Cuando Rentería recibió el balón ya no tenía oponente ni muralla que lo detuviera. Entró al área con cuidado de no desbocarse, puso el freno, se percató de la salida del arquero y le acomodó el balón a un ángulo: 1-0.
Ahí se quebró la resistencia de Millos. Pero no por mucho. Nacional identificó que con movilidad, pases rápidos y largos, y la combinación de esos jugadores de talento, podía hacerle mucho daño. Podía, si hubiera querido, pero no quiso. En menos de cinco minutos se atoró dos veces el grito de gol. Y el arquero Faríñez comenzó a lucirse, como en un remate que le sacó con las uñas a Dayro.
Millos pudo sentir por un momento que el estadio verde, repleto, se le venía encima, como si fuera la furia de las montañas de Antioquia, pero no se dejó aplastar. Reaccionó rápido, con el riesgo que eso implicaba: o permitía la estocada o cogía por los cuernos a ese toro. Decidió bien porque adelante tenía un búfalo, que no pesaba, que no influía, que no intimidaba a nadie, pero que esperaba el momento ideal: en la primera pelota que recibió demostró toda su casta. Amagó para allá y giró para acá. Quedó con el ángulo listo, con el perfil zurdo, con el arco entre ceja y ceja, con el tiempo suficiente para pensar, con la ruta de gol libre. Acomodó el balón con mucha potencia, por si las dudas, allá, donde nadie hubiera llegado y donde efectivamente Monetti no llegó. Golazo. 1-1. Millonarios cogió vida. Y se creció.El partido volvió a ser como al principio. Millos, refugiado, intentando una gesta táctica para contener a esa caballería verde. Falló en varias de sus estrategias. Tanto, que Vladimir Hernández tuvo en sus pies un gol de fantasía: le picó la pelota al portero Faríñez, lo bañó con la sutileza de los genios, pero la magia le falló por milímetros sobre el travesaño. La fantasía se estropeó. Nacional volvió a perdonarle la vida a su rival y así se fueron al descanso, a recuperar el aliento después de un primer tiempo de infarto.
Nacional comenzó con tanto ímpetu que no demoró en arrinconar a su rival, en llevarlo hasta las cuerdas, a un ritmo asfixiante, el que le gusta, el que lo identifica y el que está puliendo en esta nueva era. Pero no tuvo constancia. A los 20 minutos encontró el primer gol y pudo seguir de largo, no lo hizo, y lo pagó caro. El gol llegó cuando se juntaron tres de sus cracs: Dayro Moreno arrastró su marca, tocó para Vladimir Hernández, que ya estaba libre, y que con gran acierto vio que Rentería llegaba como una locomotora. Cuando Rentería recibió el balón ya no tenía oponente ni muralla que lo detuviera. Entró al área con cuidado de no desbocarse, puso el freno, se percató de la salida del arquero y le acomodó el balón a un ángulo: 1-0.
Ahí se quebró la resistencia de Millos. Pero no por mucho. Nacional identificó que con movilidad, pases rápidos y largos, y la combinación de esos jugadores de talento, podía hacerle mucho daño. Podía, si hubiera querido, pero no quiso. En menos de cinco minutos se atoró dos veces el grito de gol. Y el arquero Faríñez comenzó a lucirse, como en un remate que le sacó con las uñas a Dayro.
Millos pudo sentir por un momento que el estadio verde, repleto, se le venía encima, como si fuera la furia de las montañas de Antioquia, pero no se dejó aplastar. Reaccionó rápido, con el riesgo que eso implicaba: o permitía la estocada o cogía por los cuernos a ese toro. Decidió bien porque adelante tenía un búfalo, que no pesaba, que no influía, que no intimidaba a nadie, pero que esperaba el momento ideal: en la primera pelota que recibió demostró toda su casta. Amagó para allá y giró para acá. Quedó con el ángulo listo, con el perfil zurdo, con el arco entre ceja y ceja, con el tiempo suficiente para pensar, con la ruta de gol libre. Acomodó el balón con mucha potencia, por si las dudas, allá, donde nadie hubiera llegado y donde efectivamente Monetti no llegó. Golazo. 1-1. Millonarios cogió vida. Y se creció.El partido volvió a ser como al principio. Millos, refugiado, intentando una gesta táctica para contener a esa caballería verde. Falló en varias de sus estrategias. Tanto, que Vladimir Hernández tuvo en sus pies un gol de fantasía: le picó la pelota al portero Faríñez, lo bañó con la sutileza de los genios, pero la magia le falló por milímetros sobre el travesaño. La fantasía se estropeó. Nacional volvió a perdonarle la vida a su rival y así se fueron al descanso, a recuperar el aliento después de un primer tiempo de infarto.
El receso sirvió para apaciguar a Nacional y para envalentonar a Millonarios. Iban solo 7 minutos cuando Ovelar se consagró. El joven defensor Carlos Cuesta –que tendrá pesadillas con él– debió sentir terror al verlo tan cerca. Le regaló la pelota con inocencia juvenil. El curtido delantero demostró que no solo tiene potencia, sino inteligencia. Su remate fue desde unos 35 metros y en la trayectoria fue silenciando bocas en el Atanasio. La pelota aérea pasó por encima del arquero Monetti, que justo estaba fuera de su guarida. El balón dibujó una parábola fantástica, cayó según las leyes de la física, apenas para entrar rozando el travesaño, como si Ovelar lo hubiera calculado todo: fuerza, potencia, velocidad, distancia... Golazo.
Y como era apenas natural, a Nacional lo invadió el nerviosismo de sentirse perdedor en casa. Entonces ya no jugaba solo contra Millonarios, sino contra el reloj. Quedaba tiempo, pero no el suficiente para un equipo que confundió su esencia y que no tuvo contundencia: cabezazos desviados, remates sin puntería, desperdicios insólitos...
Y Millos, aunque sufrió, batalló con las botas puestas. Si Ovelar le dio los goles, la tropa defendió con honor la victoria. El campeón ahora es supercampeón.
Imagen : Deportes RCN
Por : Santiago Valencia Diaz .
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