REAL HUMILLADO A MANOS DEL ATLÉTICO

ATL . MADRID 4 R . MADRID 0 FECHA 23 LA LIGA .

Desconectados los tres de arriba, los blancos se vieron sobrepasados en el centro del campo, con un Khedira especialmente desafortunado, ni hacia adelante ni hacia atrás, ni fu ni fa, una 'nada' con y sin la pelota. Desde el gol, el Atlético empezó a tocar, a tener la pelota. Lo hizo sin retórica, algo que no posee, siempre en vertical, con idea de hacer daño, y en ese cuarto de hora llegó el segundo, la chilena de Saúl, y pudo llegar el tercero en un par de acciones más. Por haber, pudo haber hasta un penalti por manos de Khedira. Pocas veces se ha visto al Madrid tan desnortado, avasallado, con ese punto de impotencia impropio de un equipo tan grande. Tiago, descomunal en el primer paso, Saúl, descomunal en el segundo, y Juanfran, descomunal descargado por su costado, bajaron las pulsaciones y el Atlético se echó atrás para esperar el descanso.

Ese último cuarto de hora no fue sino el anticipo de lo que iba a suceder en la segunda. Decían los manuales, y los expertos, lo decía también la lógica, que el Atlético iba a tumbarse sobre Moyá a contemplar el paso del tiempo, rezando para que el talento del Madrid, que no el fútbol, pusiera el partido de nuevo en disputa. Lejos, lejísimos de esas premisas, el Atlético volvió a juguetear con el Madrid, ayudado esta vez por Ancelotti. Al técnico, otra vez desarbolado por Simeone, no se le ocurrió otra cosa que quitar a un centrocampista para meter un delantero más, justo lo contrario a lo que pedía la cita, con Isco desesperado, reclamando en el páramo alguien con quien jugar a la pelota, harto de ver cómo nadie venía a ofrecerse, todos corriendo hacia adelante, y claro, sin mirar atrás.

Es así que el Madrid quedó partido por la mitad, y en cada pérdida de pelota encontraba el Atlético el horizonte despejado para salir tocando, sin necesidad de correr como demonios. Es así como llegó un remate de Griezmann tras un fallo de Carvajal, otro remate atropellado del francés y, por fin, en otra jugada estupenda, combinada, cambio de orientación, dejada y gol -ahí, por cierto, se lesionó Saúl dejando tras de sí un partidazo-, el tercero, obra de ese pequeño galo que ha multiplicado las sensaciones y el fútbol del Atlético. Entró Illarramendi para... vaya usted a saber para qué lo metió Ancelotti -peor fue lo de Chicharito, un mensaje extraño- porque a esa hora, a falta de 20 minutos, el Madrid, sin tirar entre los tres palos en todo el partido, ya no tenía nada que decir. Se había quedado mudo ante un equipo mayúsculo, el Atlético, vencedor sin usar una sola de las armas con las que, decían, había igualado al Madrid, descompuesto, de principio a fin, impotente hasta para detener el último avance de Torres, su centro y el cabezado de Mandzukic, broche a una tarde histórica en el Calderón.